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El firme latido de un paraíso productivo

La Casita Verde en La Comandancia es un emprendimiento que florece con esplendor en la localidad entrerriana de Villa Urquiza. Con los pilares de la protección del medio ambiente clavados hondo en tierra fértil, sus hacedores revalorizan día a día la digna labor del pequeño productor de campo. Tekoha asistió a la apertura de su nuevo almacén de ramos generales y dialogó con ellos sobre el presente y el porvenir del proyecto. por Cristal Bella

Quienes visiten La Casita Verde en La Comandancia de Villa Urquiza no se sorprenderán si antes saben que la burra Delfina y el pavo Javier serán los anfitriones principales. No obstante, ni bien pasen la tranquera al final de calle Primera Colonia Agrícola Militar Las Conchas se encontrarán con diversa vida autóctona y silvestre. Un pasillo de tierra bordeado de árboles los conducirá en cuestión de minutos hacia el quid de un emprendimiento agroecológico y sustentable. Ese amasijo vital de fertilidad y abundancia será el destino final de una aventura sin fin, que subsiste en círculos de distinto tipo. 

Desde la ciudad de Paraná, los interesados en descubrir este proyecto regional autogestivo tienen que recorrer unos 40 kilómetros hacia el norte, a través de la ruta nacional 12. Sin embargo, aquellos que prefieran cortar camino pueden tomar el atajo de 20 km por la balsa Maroma. En ese caso, por orden de llegada, los vehículos cruzarán brevemente el arroyo Las Conchas, que de orilla a orilla tiene unos 25 metros, sobre una superficie flotante, a tracción a sangre humana. 

Por un camino u otro, al término del periplo encontrarán un vergel productivo en esta pequeña pyme dedicada a la elaboración y comercialización de lácteos y otros productos artesanales sin conservantes que logró afincarse en Villa Urquiza, una localidad costera ubicada al centro oeste de la provincia, tras más de dos años de trabajo ininterrumpido.

La Casita Verde en La Comandancia es el nombre completo de un concepto materializado por los entrerrianos Ana Maslein y Fernando Wippich. Se trata de una propuesta que los absorbe por completo y está conjugada con una cultura del autoabastecimiento y la austeridad. Parte de la iniciativa que juntos impulsan es la posibilidad de vivir esencialmente con lo producido en esa tierra que les cosquillea los pies. 

Rodeados de balidos y colores herbales, habitan una casa de estilo colonial, blanca como la nieve, en donde creció María Eugenia Wippich, escritora, pintora y madre de él. La vivienda fue construida en 1936 en la parte más elevada del predio que los Wippich adquirieron en 1932 y está custodiada por la barranca que, como un tobogán con frondosidades, cae hacia el río y la Playa Municipal.

El sitio lleva el nombre de La Comandancia porque antes de que se constituyera el servicio militar obligatorio, los jóvenes efectuaban allí prácticas de tiro asistidos por militares experimentados. Cubierta por la espesura de la vegetación, esa vieja idea de polígono se fue en retirada. En su reemplazo, se impusieron los sonidos de la naturaleza y los sueños de prosperidad. Las únicas tropas vigentes en el terreno son las de ciervos axis que aparecen, en forma de ilusiones, tan veloces como se esfuman en el umbral del monte nativo. 

El agregado ‘La Casita Verde’ en la denominación se estableció luego de que los emprendedores se mudaran de su departamento de calle Miguel de Azcuénaga de la ciudad de Paraná para desarrollar enteramente en el campo ese proyecto que iniciaron en 2018.  Ana Maslein suele recordar que comenzó “con entusiasmo e inexperiencia”. Luego le siguieron la escucha, el tiempo y la paciencia. “Un producto te lleva a otro a través de la transformación de la leche”, remarcó. Tanto el modo de producción que procuraban como los deseos personales no eran compatibles con la dinámica citadina. “Iniciamos en aquel primer piso. Empezamos subiendo 10 litros de leche. Luego subimos 30. Hasta que llegamos a subir 450 al hombro y por escalera. A partir de ahí comenzamos a soñar con tener todo eso en la ‘Villa’”. 

Actualmente, su miscelánea productiva está compuesta por una granja de cabras, ovejas, gallinas y guineas; una huerta prominente; la sala de elaboración, Fábrica de nubes, pegada a la casona; y el recientemente abierto almacén de ramos generales, Gramita. Sobre esta última denominación, Maslein compartió que “hace alusión a la abuela de Fernando, Natalí. Es como una síntesis en francés de gran mamá”. 

En su quehacer se proponen respetar las Buenas Prácticas de Manufactura aplicadas a la elaboración de productos para garantizar calidad e inocuidad. Utilizan leche de vaca de un tambo de la zona y leche de cabra de ordeño propio. Al respecto, Fernando Wippich, quien, además de ser pintor, se formó en Higiene y Seguridad de los Alimentos, detalló que “cuidamos el producto en la totalidad de los procesos, desde la recolección de la leche hasta la distribución del producto final. Es importante atender a todas las maniobras en el transporte, la pasteurización y el filtrado de la materia prima”, tan pronto como destacó que “el único conservante que utilizamos es el frío”. 

El proyecto integral de chacra de Maslein y Wippich trae aparejada la cuestión ambiental. “La gran grieta es si sos protector del medio ambiente o si no lo sos. Para nosotros, es imposible no protegerlo”, planteó la emprendedora luego de sostener que “La Comandancia ha sido históricamente agredida con planes de urbanización. Nosotros queremos que sea un gran pulmón verde para Villa Urquiza. Es una convicción y un pensamiento que heredamos de la mamá de Fernando, María Eugenia”. Más tarde, los pequeños productores compartieron el deseo de que el espacio se convierta en un polo de producción educativo para infancias y adolescencias.

 

A corazón abierto

Con las ansias de escudo antisuperstición, la apertura de su biotienda se realizó desde el anochecer del viernes 13 de diciembre. La ceremonia sirvió de excusa para degustar y compartir postas de pescado frito y buenos augurios. 

Tras una serie de lecturas en voz alta y la danza del ballet Ojos de Cielo, los invitados recorrieron ese nuevo espacio, asentado a unos 20 metros de la casona, que pretende erigirse en una estación de aprovisionamiento de víveres de campo con animosa proyección cultural y ecoturística para Villa Urquiza. 

Este sitio que exhibe productos de autoría y regionales se puede visitar de jueves a domingos de 10 a 13 y de 18.30 a 21.30. Algunos de los alimentos dispuestos son quesos, bondiolas, huevos, kefires, alfajores, yerba, vinagres, conservas, panificados, dulces y mermeladas. Cuenta con amplio estacionamiento y banquitos para descansar mientras se prueba algo de lo que allí se ofrece. 

Cada dos semanas distribuyen en Paraná una selección de productos lácticos pedidos con anticipación y, cabe destacar, en envases retornables: yogures, mantecas, crema, queso crema y ghee. 

Luego de enumerarlos, Maslein concluyó: “Me gustaría que quien elija productos de La Casita Verde, lo haga con la conciencia de quien valora lo artesanal, sin agregados artificiales; que esté dispuesto a sentir los verdaderos sabores orgánicos de la leche y aprecie el sacrificio con el que se produce en el campo. Que lo que pruebe, sepa a vida”. 

 

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